miércoles, 8 de octubre de 2014

ECOS DEL SINODO

ECOS SINODALES
Información obtenida del Servicio de Información Vaticano
Cierre de la III Asamblea Extraordinaria del Sínodo y sus tentaciones según  el Papa Francisco:

Finalizada esta asamblea, el Santo Padre autorizó la publicación inmediata del texto integral de la Relatio Synodi que será el documento de reflexión para todas las Conferencias Episcopales del mundo durante este año en preparación a la Asamblea sinodal de octubre de 2015 y que fue aprobado por la mayoría de los Padres sinodales. Asimismo autorizó la publicación de los votos para cada uno de los puntos. En el enlace puede accederse a la versión del documento en Italiano: Relatio Synodi

A la espera de su traducción al castellano para insertarla en este blog, queremos compartir la reflexión de nuestro Papa Francisco realizada el sábado pasado en la conclusión de este sínodo extraordinario sobre los desafíos pastorales de la familia, donde sin ocultar las dificultades vividas en las dos semanas de debates, nos transmite un balance positivo de la experiencia sinodal, vivida en una libertad de palabra inédita.

“Con un espíritu de colegialidad y de sinodalidad, hemos vivido verdaderamente una experiencia de sínodo, un recorrido solidario, un "camino juntos". Y siendo “un camino" – como todo camino – hubo momentos de carrera veloz, casi de querer vencer el tiempo y alcanzar rápidamente la meta; otros momentos de fatiga, casi hasta de querer decir basta; otros momentos de entusiasmo y de ardor. Momentos de profunda consolación, escuchando el testimonio de pastores verdaderos (Cf. Jn. 10 y Cann. 375, 386, 387) que llevan en el corazón sabiamente, las alegrías y las lágrimas de sus fieles. Momentos de gracia y de consuelo, escuchando los testimonios de las familias que han participado del Sínodo y han compartido con nosotros la belleza y la alegría de su vida matrimonial.

(···). Y porque es un camino de hombres, también hubo momentos de desolación, de tensión y de tentación”.
El Papa Francisco enunció entonces una serie de tentaciones que pudo percibir escuchando a los padres sinodales:
- La tentación del endurecimiento hostil, esto es, el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro de la certeza de lo que conocemos y no de lo que debemos todavía aprender y alcanzar. Es la tentación de los celantes, de los escrupulosos, de los apresurados, de los así llamados "tradicionalistas" y también de los intelectualistas.
- La tentación del “buenismo” destructivo, que a nombre de una misericordia engañosa venda las heridas sin primero curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causas y las raíces. Es la tentación de los "buenistas", de los temerosos y también de los así llamados “progresistas y liberalistas”.
- La tentación de transformar la piedra en pan para romper el largo ayuno, pesado y doloroso (Cf. Lc 4, 1-4) y también de transformar el pan en piedra , y tirarla contra los pecadores, los débiles y los enfermos (Cf. Jn 8,7), de transformarla en “fardos insoportables” (Lc 10,27).
- La tentación de descender de la cruz, para contentar a la gente, y no permanecer, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu mundano en vez de purificarlo y inclinarlo al Espíritu de Dios.
- La tentación de descuidar el depositum fidei, considerándose no custodios, sino propietarios y patrones, o por otra parte, la tentación de descuidar la realidad utilizando una lengua minuciosa y un lenguaje pomposo para decir tantas cosas y no decir nada.
N.R: El camino sinodal sobre los desafíos de la familia no ha hecho más que empezar, por ello:
“Señor, te rogamos que no nos dejes caer en la tentación y libranos del mal. Amen”


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Desde la Oficina de Prensa Vaticana (VIS, 13-10-2014) nos llegan esta semana los ecos sinodales que sentarán  las bases del documento final de esta asamblea.
"Relatio post disceptationem":
Escuchar a la familia y discutir las perspectivas pastorales con la mirada puesta en Cristo.
 
La ''Relación después de la discusión'' presentada en el Aula del Sínodo el día 13 por el Relator general de la Asamblea, el cardenal Peter Erdo, recoge las principales reflexiones de los Padres Sinodales surgidas durante estos días y servirá como base al documento final del Sínodo.
 
Dicta la relación tres directrices:
Escuchar al contexto socio-cultural en el que las familias viven hoy en día;
Discutir, discernir las perspectivas pastorales que deben adoptarse.

Y sobre todo a mirar a Cristo, a su Evangelio de la familia.  

La familia -realidad ''decisiva y valiosa'', ''seno de alegrías y pruebas, de afectos profundos y de relaciones a veces heridas'', ''escuela de humanidad''- debe ante todo escucharse en su ''complejidad''.



El “individualismo exasperado”, ''la gran prueba'' de la soledad, ''la afectividad narcisista'', unida a la ''fragilidad'' de los sentimientos, ''la pesadilla'' de la inseguridad en el empleo, junto con guerras, el terrorismo, y la migración, deterioran cada vez más las situaciones familiares. Y es aquí - se lee en la relación - donde la Iglesia debe dar ''esperanza y sentido a la vida del ser humano contemporáneo, haciéndole conocer más ''la doctrina de la fe'', pero proponiéndola ''junto con la misericordia.''

Mirar a Cristo, que ''reafirma la unión indisoluble entre el hombre y la mujer'', pero que también permite ''leer en términos de continuidad y novedad la alianza nupcial''. El principio - explica el cardenal Erdo - debe ser ''gradual'' para los cónyuges de matrimonios rotos, en una ''perspectiva inclusiva'' de las ''formas imperfectas'' de la realidad nupcial. Se hace por lo tanto necesario un discernimiento espiritual, acerca de las convivencias y de los matrimonios civiles y los divorciados vueltos a casar, compete a la Iglesia reconocer estas semillas del Verbo dispersas más allá de sus confines visibles y sacramentales. Siguiendo la amplia mirada de Cristo, cuya luz ilumina a todo hombre, la Iglesia se dirige con respeto a aquellos que participan en su vida de modo incompleto e imperfecto, apreciando más los valores positivos que custodian, en vez de los límites y las faltas.
Necesitamos una ''nueva dimensión de la pastoral familiar,'' que sepa nutrir las semillas en maduración, como los matrimonios civiles caracterizados por la estabilidad, el afecto profundo, la responsabilidad con los hijos y que pueden conducir a la unión sacramental. También porque a menudo las uniones de hecho o las convivencias no están dictadas por un ''rechazo de los valores cristianos'', sino por necesidades prácticas, como a la espera de un trabajo fijo. Verdadera ''casa paterna'', antorcha en medio de la gente'' - continúa el purpurado - la Iglesia debe acompañar ''con paciencia y delicadeza'', ''con atención y cuidado” a sus hijos más vulnerables, aquellos marcados por el amor herido y perdido'', dándoles ''confianza y esperanza''.
 
Urgencia Pastoral:
'' El anuncio del Evangelio de la familia '', actuando ''no para condenar, sino para sanar la fragilidad humana ''. Y este anuncio atañe los fieles: Evangelizar es responsabilidad compartida de todo el pueblo de Dios, cada uno según su propio ministerio y carisma. Sin el testimonio alegre de los esposos y de las familias, el anuncio, aunque sea correcto, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras que caracteriza nuestra sociedad. Los Padres sinodales han subrayado varias veces que las familias católicas están llamadas a ser en sí mismas los sujetos activos de toda la pastoral familiar.
 
El evangelio de la familia es ''alegría'': para esto se requiere ''una conversión misionera,'' con el fin de ''no detenerse en un anuncio meramente teórico y desconectado de los problemas reales de las personas.
La conversión debe incidir sobre todo en el lenguaje, para que resulte efectiva:
No se trata solamente de presentar normas, sino de proponer valores, respondiendo a la necesidad de estos, sobre todo hoy, en los países más secularizados.
''Una adecuada preparación para el matrimonio cristiano'':
Porque éste no es sólo ''una tradición cultural'' o ''una exigencia social'', sino ''una decisión vocacional”.
'' No se trata de ''complicar los ciclos de formación'', sino de ''ir en profundidad y de no contentarse con encuentros teóricos o con orientaciones generales'', renovando también ''la formación de los presbíteros'' sobre este argumento, gracias a la participación y testimonio privilegiado de las mismas familias.
Se sugiere el acompañamiento de la Iglesia también después del matrimonio, período ''vital y delicado'' en el que los cónyuges ''crecen en la conciencia de los desafíos y del significado del matrimonio''.
La Iglesia - continúa la Relación - debe alentar y apoyar a los laicos comprometidos en la cultura, en la política y en la sociedad, para que no falte la denuncia de aquellos factores que impiden ''la auténtica vida familiar” determinando discriminaciones, pobreza, exclusiones, violencia''.
En cuanto a los separados, divorciados y a los divorciados que se han vuelto a casar, el cardenal Erdo hace hincapié en que ''no es sabio pensar en soluciones únicas o inspiradas en la lógica del “todo o nada”; el diálogo debe continuar, por lo tanto, en las iglesias locales, con respeto y amor por cada familia herida, pensando en aquellos que han sido injustamente abandonados por el cónyuge, evitando actitudes discriminatorias y protegiendo a los niños.

Los hijos-as: Es indispensable hacerse cargo de manera leal y constructiva de las consecuencias de la separación o del divorcio, ellos no pueden convertirse en un “objeto” de contienda. Se deben buscar mejores formas para que puedan superar el trauma de la división familiar y crecer del modo sereno más posible.
Sobre la agilización de los procedimientos para el reconocimiento de la nulidad matrimonial, el Relator general del Sínodo recuerda las propuestas formuladas en el Aula: Superar la necesidad de la doble sentencia conforme; la posibilidad de determinar una vía administrativa bajo la responsabilidad del obispo diocesano; un proceso sumario para realizar en los casos de nulidad notoria.
Considerar la posibilidad de dar relevancia a la fe de los novios. Todo ello requiere- dice el prelado - personal del clero y laicos adecuadamente preparados, y una mayor responsabilidad de los obispos locales.
Sobre el acceso al sacramento de la Eucaristía para los divorciados que se han vuelto a casar la Relación enumera las principales recomendaciones surgidas durante el Sínodo:
Mantener la disciplina actual; pero con mayor apertura en condiciones bien precisas cuando se trata de situaciones que no pueden ser disueltas, sin determinar nuevas injusticias y sufrimientos.
O bien optar por el camino ''penitencial'': Para algunos de los miembros del Aula, el eventual acceso a los sacramentos deberia ir precedido de un camino penitencial –bajo la responsabilidad del obispo diocesano-, y con un compromiso claro a favor de los hijos. Se trataría de una posibilidad no generalizada, fruto de un discernimiento actuado caso por caso, según una ley de la gradualidad, que tenga presente la distinción entre el estado de pecado, estado de gracia y las circunstancias atenuantes.
Queda todavía abierta, la cuestión de la ''comunión espiritual'', para la que se ha solicitado una mayor profundización teológica así como una reflexión más profunda sobre los matrimonios mixtos y los ''graves problemas'' relacionados con la diversa disciplina matrimonial de las Iglesias ortodoxas.
En cuanto a las personas homosexuales, se hace hincapié en que cuentan con ''dones y talentos que ofrecer a la comunidad cristiana''. La Iglesia sea, por lo tanto, para ellos, ''casa acogedora'', afirmando siempre que las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una mujer y que tampoco es aceptable que organismos internacionales condicionen ayudas financieras a la introducción de normas inspiradas en la ideología de genero.
Sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas.
Además, la Iglesia tiende atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo, reiterando que en primer lugar se deben poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños.
En la última parte, la Relación retoma los argumentos de la encíclica ''Humanae vitae'' de Pablo VI y se centra en el tema de la apertura calificándola como ''una exigencia intrínseca del amor conyugal''. De ahí, la necesidad de un ''lenguaje realista'' que sepa explicar ''la belleza y la verdad'' de abrirse al don de un hijo, gracias también a una ''educación adecuada sobre los métodos naturales de regulación de la fertilidad'' y una ''comunicación armoniosa y consciente de los cónyuges, en todas sus dimensiones''. Asimismo es clave el desafío educativo, en el que la Iglesia juega ''un papel importante de apoyo a las familias, sosteniéndolas en las decisiones y responsabilidades.
Por último, el cardenal Erdö subraya que el diálogo sínodal se llevó a cabo ''en gran libertad y en un estilo de escucha recíproca,'', y recuerda que las ideas propuestas hasta ahora no son decisiones ya tomadas. El camino, efectivamente, continuará con el Sínodo general ordinario, siempre sobre el tema de la familia, previsto para octubre de 2015.
 

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Ciudad del Vaticano, 7 octubre 2014 (VIS).-Con la segunda Congregación General que tuvo lugar ayer lunes por la tarde se ha abierto la discusión en la asamblea general extraordinaria del Sínodo de los Obispos. Los temas previstos, de acuerdo con el orden del Instrumentum Laboris, han sido : ''El designio de Dios acerca del matrimonio y la familia'' (Parte I, cap. 1) y ''Conocimiento y Recepción de la Sagrada Escritura y los documentos de la Iglesia sobre matrimonio y familia ''(Parte I, cap. 2).

Para que la doctrina acerca de la familia, la vida y la sexualidad se entienda correctamente. Hay que entablar un diálogo con el mundo, siguiendo el ejemplo del Concilio Vaticano II , es decir con una apertura crítica pero sincera. Porque si la Iglesia no escucha al mundo, el mundo no escuchará a la Iglesia.
El Evangelio no se explica, se demuestra - se ha afirmado en el Aula - y hay que involucrar sobre todo a los fieles laicos en el anuncio de la Buena Nueva, destacando su carisma misionero.

El ser humano aspira a la felicidad y el cristiano sabe que la felicidad es Cristo, pero ya no encuentra el lenguaje adecuado para decírselo al mundo. La Iglesia, sin embargo, debe ser ''magnética'', trabajar por “atracción”, con una actitud de amistad hacia el mundo.

Se ha afirmado que era necesaria una mayor preparación para el matrimonio, para que éste no fuera sólo válido, sino también fructífero. La propuesta es la de no preocuparse solamente por los remedios para el fracaso de la unión conyugal, sino también por las condiciones que la hacen válida y fructífera. Lo que hay que transmitir es una visión del matrimonio no sólo como punto de llegada, sino como un camino hacia una meta más alta, un camino de crecimiento personal y de pareja, una fuerza y fuente de energía. La elección del matrimonio es una vocación verdadera y propia y como tal requiere fidelidad y coherencia para ser realmente un lugar de crecimiento y de salvaguardia de lo humano.
Para ello, hay que acompañar constantemente a los cónyuges en su itinerario de vida, a través de una pastoral familiar intensa y vigorosa. El camino de preparación para el sacramento del matrimonio debe ser, por lo tanto, largo, personalizado y también severo, sin miedo a que eventualmente disminuya el número de bodas celebradas en la Iglesia.

Por cuanto se refiere a las parejas en dificultad, se ha insistido en la necesidad de que la Iglesia esté cerca de ellas con comprensión, perdón y misericordia. La misericordia - se ha dicho - es la primera prerrogativa de Dios, pero hay que considerarla en el contexto de la justicia, solamente así se respetará en su plenitud el designio divino.
El matrimonio es y sigue siendo un sacramento indisoluble. El Sínodo no cuestiona la doctrina, pero reflexiona sobre la pastoral, es decir sobre el discernimiento espiritual para la aplicación de la misma para enfrentar los retos de la familia contemporánea. En este sentido, la misericordia no elimina los mandamientos, sino que es su clave hermenéutica. 

Por otra parte, se ha observado que incluso las situaciones imperfectas deben tratarse con respeto, por ejemplo, las uniones de hecho en que se convive con lealtad y amor, presentan elementos de santificación y de verdad. Lo esencial es, por tanto, considerar ante todo los elementos positivos, para que el Sínodo infunda valor y esperanza también a las formas imperfectas de familia, que pueden ser valoradas según el principio de gradualidad . Hay que amar realmente a las familias necesitadas. 
La "medicina" de la misericordia da acogida, atención y apoyo. Sobre todo porque - se ha destacado- las familias que sufren no buscan soluciones pastorales rápidas, no quieren ser una mera cifra estadística, sino que sienten la necesidad de ser aconsejadas y de sentirse aceptadas y amadas. Se debe dar más espacio a la lógica sacramental que a la jurídica.
El anuncio de la belleza de la familia, por lo tanto, no debería ser un esteticismo, la presentación de un mero ideal para imitar; al contrario debería explicar la importancia del compromiso definitivo fundado en la Alianza de los cónyuges con Dios.

El rechazo del clericalismo: A veces parece que la Iglesia se preocupe más del poder que del servicio y por eso no inspira los corazones de los seres humanos. Es necesario, entonces, volver a imitar a Cristo, volver a encontrar la humildad: la reforma de la Iglesia debe comenzar por la reforma del clero, porque si los fieles ven que sus pastores imitan a Cristo, volverán a acercarse a la Iglesia, que pasará solamente de evangelizar a ser ‘’evangelizadora’’.

El valor esencial de la sexualidad dentro del matrimonio: se habla tanto, críticamente, de la sexualidad fuera del matrimonio que la sexualidad conyugal parece casi la concesión a una imperfección.

 El Sínodo ha mencionado la necesidad de políticas en favor de la familia y del relanzamiento de la transmisión de la fe en la familia.Tres dimensiones específicas de la familia: la vocación a la vida; la misionera, entendida como testimonio de Cristo a través de la unidad familiar; y la aceptación del otro, ya que la familia es la primera escuela de alteridad, el lugar donde se pueden aprender la paciencia y la lentitud, en contraste con el ajetreo y el bullicio del mundo moderno.

También se ha puesto de relieve otra dimensión ulterior del núcleo familiar : la santidad, porque la familia educa a la santidad, es un icono de la Trinidad, Iglesia doméstica al servicio de la evangelización, futuro de la humanidad.

Otros puntos mencionados durante la Tercera Congregación General han sido la importancia de la catequesis para las familias, especialmente para los niños, y de la oración entre las paredes domésticas que da lugar a una verdadera y propia generación de la fe, transmitiéndola de padres a hijos. Por último, se ha subrayado la necesidad de un formación más profunda de los sacerdotes y catequistas.